viernes, 11 de julio de 2008

Basta que me escuchen las estrellas (Producciones Micomicón)

Después de haber visto Atra Bilis (una delirante comedia alrededor de un difunto), Los niños perdidos (un drama sobre como los niños sufrieron la guerra civil) y ahora Basta que me escuchen las estrellas (un recorrido por la vida y obra de Lope de Vega), los madrileños de Micomicón demuestran que son capaces de afrontar con gran brillantes cuántos retos teatrales se ponen por delante, con el acompañamiento imprescindible de una de las principales figuras de la escena española como es Laila Ripol, que compagina las labores de dramaturga y directora.

Hasta la XXVI Semana de Teatro de Pola de Siero acudió este grupo para ofrecernos una visión del Lope de Vega más íntimo, a través de las cartas, canciones, textos teatrales y de otro tipo, que dejó escritos, y que dan para un montaje que dura unas dos horas, tiempo que se hizo un poco excesivo debido fundamentalmente, a las malas condiciones que tiene el Salón de Actos de la Casa de Cultura polesa, que es uno de esos sitios que se empeña en convertir a los espectadores en auténticos héroes.

Una obra coral, con texto de Laila Ripol y Mariano Llorente, construida sobre una estructura de teatro del Barroco, con las tres jornadas clásicas, y con el acompañamiento de música en directo para acompañar a los bailes, que ayudan a dar dinamismo al espectáculo y para que el espectador conozca algo de la música de aquel Siglo de Oro.

Tres jornadas en la que en cada una de ellas se nos habla de un momento diferente en la historia del teatro. En la primera tienen más peso los personajes de la comedia del arte, que empezaban a llegar a la capital del imperio por aquellos años. La segunda ya tiene una estructura más relacionada con el Siglo de Oro, mientras que la final presenta elementos que la vinculan a las formas contemporáneas.

Poco a poco vamos descubriendo la cara que se oculta detrás del Lope de Vega Fénix de los Ingenios, el hombre que tuvo momentos de desahogo económico al servicio de grandes nobles, pero que también pasó por la pobreza, que amó apasionadamente a las muchas mujeres que pasaron por su vida, que fue amante padre, y que sufrió viendo como la sombra de la muerte se llevaba a muchos de sus seres queridos.

Como nos tienen acostumbrados, los actores sacaron adelante su trabajo con enorme solvencia, dando vida a diferentes personajes, todos y cada uno de ellos debidamente individualizados, trabajo que al final fue recompensado por unos espectadores ya al borde del ahogamiento. Perfectamente equilibrada entre los elementos cómicos y dramáticos, la obra se convierte en un diálogo con el espectador al que invita a recorrer los espacios íntimos de una de las grandes plumas de la literatura mundial.

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