miércoles, 21 de enero de 2009

Fragmentos (I)

Y por fin está la otra historia. Dos jóvenes amigas mías se pasaron al otra noche para compartir un vino y algo de conversación. Como tienen veintitantos, la conversación terminó derivando a la situación actual de las artes visuales y la cosificación de la mujer. Su conclusión fue, por supuesto, que a las mujeres o se les debería pedir que posaran desnudas o en posturas eróticas o de cualquier otra clase. Para ellas era mucho más interesante una habitación vacía. Les parecía algo más comprometedor. Implicaría al espectador y le obligaría a utilizar la imaginación para intuir quién habría en la habitación, o quién llegaría o qué tipo de situación dramática se desarrollaría en ella.
De ese tema pasamos a charlar sobre el oficio más antiguo del mundo, asunto sobre el que expusieron sus opiniones. Ambas se veían como bibliotecarias en ciernes, bastante inteligentes y muy al día de lo que se cuece hoy en el mundo. Lo último que querían era entrar en esa profesión, es lo que menos se les pasa por la cabeza. A su modo, y siendo jóvenes e idealistas, lo que quieren es ejercer alguna influencia sobre el mundo, y cambiarlo para que se parezca un poco más a lo que desean sus corazones.

Cuando se puso en marcha esta organización para apoyar a los artistas, escritores y músicos del barrio, se tomó como objetivo personal el que tuviera éxito. En ese momento yo estaba perdiendo la vista, así que ella se pasaba todos los días por casa sin faltar uno para ayudarme con cualquier cosa que pudiera necesitar: responder al teléfono, mirar el correo electrónico, firmar cheques para las facturas, etc. De entre todos los problemas que tenía, había uno más grave que todos los demás: amaba el alcohol sobre cualquier otra cosa. Cuando su marido la echó de casa no tuvo donde quedarse, así que dejé que se instalara en mi apartamento. Lo primero que hacía por la mañana era ir a la cocina y ponerse una copa. Para la una del mediodía no se acordaba ni de su nombre. Y si le decías algo al respecto, te echaba una bronca y te dejaba claro que se trataba de su vida y que ella podía hacer lo que le diera la gana. Ah, conoció a Miss Dama de Compañía, con quien solía intercambiar historias sobre la vida. Hicieron buenas migas.

Miss Anónima hizo una visita relámpago a la ciudad. Se quejaba de lo difícil que le estaba resultando conseguir que una galería la representara. Habló también de un amor secreto que tenía en Palestina, un médico que quería casarse con ella y tener un hijo. También se lamentó por su situación, porque quería quedarse en Nueva York y no quedarse en Palestina.
La otra noche estuvieron todos aquí, los vivos y los muertos, ayudándome a celebrar mi cumpleaños, intercambiando bromas y anécdotas, y admirando las obras de arte que hay en la casa. Una de las habitaciones tenía cuadros abstractos de una joven pintora californiana que estaba empeñada en saber si yo creía en los espíritus y si tenía conversaciones con los muertos. Le expliqué que únicamente se me aparecían en sueños para darme consejos. Ella, que era budista, me dijo que hablaba a todas horas con su abuelo, que había muerto diez años atrás con noventa y dos años.

Al volver la vista atrás veinte años y recordar a los que se han ido pero no hemos olvidado, no puedo dejar de pensar en su legado. En lo que quisieron alcanzar en la vida y en lo que pudieron y no pudieron conseguir. Cuando cerraron los ojos por última vez (según cuenta un conocido nuestro que trabajaba en una agencia funeraria), todos tenían una mirada serena, como si hubieran quedado satisfechos.
Los que quedan entre nosotros se mantienen ocupados haciendo de todo, y siempre se les recodará por lo que hicieron y por lo que no hicieron. Con respecto a sus vidas secretas, tengo que decir que sus auténticas vidas siguen siendo eso: un secreto.

(Fragmentos del relato corto Nuestras vidas secretas (¿Sabes a lo qué me refiero?) de Steve Cannon) 

2 comentarios:

Laura dijo...

Me gusta. JAJAJAJAJA Si te lo contará dejaría de ser un secreto y lo que tiene alerta a las amistades últimamente es acercarte mucho a su oído con la intención de contar algo muy íntimo pero contando "sólo" lo necesario para que la intriga siga forjando esa amistad. Mucha vida bloggers pero poca sinceridad y si te atreves a poner un punto sobre una i cualquiera te tildan de solitaria/amargada con tanto sms sobrepasado de faltas de ortografia pero con poco contenido sincero.

Te mandamos besos felices y gracias por esperar nuestra vuelta ya que la gripe fue muy cruel con nosotras.

Alfredo dijo...

Me alegro de que ya estéis recuperadas de la gripe y sigais pasando por aquí. La sinceridad es algo que está empezando a brillar por su ausencia por todos lados.

Besos.