miércoles, 12 de septiembre de 2012

El tesoro de Sierra Madre (The treasure of the Sierra Madre, John Huston, 1948)



Una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, John Huston se pone a recuperar su carrera como director cinematográfico con una historia que ha pasado a los anales de su filmografía como un puntal fundamental para entender el desarrollo posterior de sus películas.


Para ese regreso eligió una historia escrita por el enigmático B. Traven, un personaje del que no se conocer a ciencia cierta su identidad, tal es así que Javier Marías ha dejado contabilizados 31 pseudónimos, siete nacionalidades diferentes, 32 profesiones que dijo haber ejercido y 19 personalidades que se le adjudicaron en algún momento.


Lo que sí parece claro es que su lugar de nacimiento es Alemania y que terminó viviendo en México escapando de un oscuro pasado. El caso es que Traven firmó la novela que sirvió de base a Huston, basada en sus propias experiencias como buscador de oro en el país azteca.


Una historia, la cinematográfica, que transcurre en los años 20 y que arranca en la ciudad de Tampico donde van a coincidir tres estadounidenses desplazados de todas partes, incluso de sí mismos, dejados en el margen del arroyo desecado por la depresión económica y que encuentran un rayo de esperanza al lanzarse a la aventura de buscar oro en la Sierra Madre, un lugar por el que campan los bandidos a sus anchas y enigmáticos pueblos indígenas.


La búsqueda de oro será algo más que eso y terminará por convertirse en una búsqueda de ellos mismos, un camino que les llevará al mismo tiempo a las entrañas de la montaña y al interior de ellos mismos, a las galerías profundas de su personalidad puesta de manifiesto con una gran maestría por el director, tanta que acabó llevándose tres Oscar: mejor director, mejor guión adaptado, ambos para John Huston; y el de mejor actor de reparto para el padre del propio director; además de tres Globos de Oro.


Los tres compañeros irán desarrollando actitudes diferentes ante el hecho de encontrarse delante de la oportunidad de sus vidas, y la convivencia con los sentimientos de desconfianza, de avaricia, de codicia, del odio y como eso hace perder la visión objetiva de las cosas, en un proceso del que vemos su nacimiento, desarrollo y eclosión.


Al mismo tiempo, ante una situación similar también salen sentimientos positivos más o menos matizados (excelente el momento de duda de uno de los personajes acerca de si salvar a su compañero o quedarse con la parte del oro que le correspondía). También contiene el mensaje optimista de que las buenas acciones tienen recompensa y que en muchas ocasiones, nos dejamos deslumbrar por el brillo de algo que puede marcharse como el polvo, en lugar de dar valor a las personas.


La locura de la avaricia desmedida no lleva nunca a un buen puerto, mientras que una vez despojados de todo lo accesorio, el camino hacia la propia estima queda absolutamente abierto al tránsito y una nueva esperanza se abre en el horizonte. El hombre anciano encuentra su lugar, y el hombre joven de sueños sencillos de pronto sabe que lo tiene al alcance de la mano.

4 comentarios:

balamgo dijo...

Excelente película! Un clásico de toda la vida.
Un abrazo.

balamgo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
PACO HIDALGO dijo...

Una gran película, un clásico que no pasa de moda. Me alegro de volver a saludarte, Alfredo. Aunque este año tendré menos tiempor para el blog, pasaré cuando pueda a comentar tus atinadas entradas. Un fuerte abrazo desde el sur.

Alfredo dijo...

BALAMGO: Efectivamente es uno de esos clásicos a los que siempre es agradable volver.

buen finde!!

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PACO: Me alegro de que hayas vuelto a ponerte a los mandos del blog, seguro que aunque sea con menos tiempo, nos vas a seguir dejando buenos momentos artísticos.

Un abrazo!!