lunes, 4 de noviembre de 2013

Luther, tercera temporada: Que alguien me devuelva a Luther


Neil Cross. Ese es su nombre y quiero que se sepa. Aunque ya sé que es imposible porque la serie se ha terminado con esta tercera temporada, si alguna vez pudiera tener una breve conversación con él, le pediría que hiciera lo (im)posible por devolverme a Luther. En fin, ya sé que no puede ser pero es que no me resigno a que uno de los personajes más memorables de la historia de la televisión, lo hayan obligado a despedirse de esa manera.


Después de dos temporada magníficas, de las que me he ocupado aquí y aquí, afronté la tercera con toda la ilusión del mundo de reencontrarme con Luther o con Idris Elba, ese detective londinense que lleva sobre sus hombros el peso de la oscuridad, de ese saber lo que hay en el lado oscuro como nadie lo sabe, ese hombre que busca la justicia y que sólo ve como todo se derrumba a su alrededor, capaz de llegar a la luz por los caminos más intrincados.


Todo lo que hace que Luther sea un personaje absolutamente magnético, se va bastante al garete en una tercera temporada en la que nos devuelven a un Luther diríamos que “domesticado”, apuntado a la bondad y capaz de caer en contradicciones que lastran el desarrollo de un personaje que, de todos modos, va a seguir siendo inolvidable.


Otra vez mini temporada, sólo cuatro episodios, en los que Luther dará caza a unos malos mucho menos interesantes que los de las de los 10 episodios precedentes (seis de la primera temporada y cuatro de la segunda), aderezado con la presencia de dos extraños agentes de policía, no sabemos muy bien si de asuntos internos o dos que andan haciendo la guerra por su cuenta, que andan a la caza y captura de Luther, esperando a que meta la pata en algo para poder enchironarle con todas las de la ley, o no.


Dos personajes para olvidar, de flojo desarrollo psicológico y a los que en cualquiera de las dos temporadas anteriores, Luther se los hubiera comido absolutamente crudos. Y uno no se daba cuenta de lo que echaba de menos a Alice Morgan, hasta que la vuelve a ver aparecer con esa sonrisa enigmática, esa cálida frialdad.


Y ahí tenemos a Luther caminando de esa forma tan peculiar, las manos en los bolsillos y ese abrigo, imán de toda suerte de calamidades, mientras el gris de Londres parece más luminoso que el dolor que arrastra, mientras en uno de los múltiples puentes de la capital británica se desarrolla un final abierto, un final con interrogantes que parece que no se van a resolver y que terminan siendo de lo mejor de la tercera temporada.


Se habla de la posibilidad de que el ciclo Luther se cierre con una película a modo de precuela y un spinoff para Alice Morgan. Ya veremos. Mientras tanto, por favor, ¿puede alguien devolverme a Luther?


2 comentarios:

casss dijo...

Comprendo esa sensaciòn de orfandad que se siente en estos casos...

un beso y un fuerte abrazo, querido amigo.

Alfredo dijo...

Una serie magnífica que ha tenido un final que no ha estado a la altura.

Un abrazo!